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PERDIU



La perdiz es un ave gallinácea o galliforme que emigra, come semillas, la hierba verde de los prados, y anida en el suelo. Apareció por primera vez en la mitología griega. De plumaje ceniciento rojizo, pico y patas rojas, anillo de los ojos rojo, tiene el vuelo corto. Su reclamo es de tres sílabas: Ka – chu – chu. Acude con frecuencia a beber de las fuentes, de charcas o de arroyos. Los perdigones se adaptan a la vida antes de un mes.

La expresión marear la perdiz (perder el tiempo en dilaciones o circunloquios) también acoge esta otra, menos conocida: emborrachar la perdiz.

La Perdiu es un coupage, entre Merlot, Syrah y Tempranillo. Un tinto sin pasar por bota, pero con el reposo de un año (mínimo) en la botella. De color morado, negro de capa alta con tonos teja. Busca su lugar, persigue los crepúsculos sangrantes de la aurora y de la tarde.

Tiene el cuerpo de un gesto único en la botella. Un punto hostil, tal vez, como los grandes genios, pero sube intenso, con aromas secundarios. Persiste y busca el cálido refugio, después, en la garganta. Ligeramente tánico, guarda equilibrio entre la acidez y el concepto global del vino.

La perdiz es el vino donde beben el espíritu y la claridad de las ideas. Da balanza a los alimentos (arroces con carne y marisco), y busca el ángulo recto de las buenas mesas. Llama a la verdad del buen sabor, es el vino de la piedra, del ánfora, del pellejo, del roble, de la mínima distancia que hay entre dos copas.

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